La sexualidad humana es tremendamente compleja y singular. Los animales cuentan con el apoyo del instinto pero los hombres no. Los hombres no contamos con ningún patrón que nos guíe y nos diga cómo gozar. Cada uno goza como puede, a su manera, lo cual no impide toda clase de inhibiciones y defensas o sentimientos de culpa.
También son frecuentes las emergencias de la angustia en el encuentro con la sexualidad.
Así que todo está permitido pero nada es fácil.